10 grandes bodegueros españoles que debes conocer (parte 1)
No queriendo quedarse atrás ante el auge de las bodegas con un enfoque en la especificidad del lugar y los vinos que se elaboran en el viñedo, una nueva ola de viticultores está demostrando el potencial de los variados y distintivos terruños de España. Darren Smith prologa los nombres que hay que conocer y recomienda las botellas que hay que comprar.
El cambio de orientación hacia el viñedo y el lugar y hacia prácticas de vinificación más tradicionales (es decir, no industriales) no es una novedad. Pero su casi ubicuidad aquí puede serlo. Todos los productores mencionados consideran que sus vinos se elaboran en el viñedo, no en la bodega. Todos evitan los productos agroquímicos, trabajan de forma orgánica y, en la mayoría de los casos, incorporan elementos de biodinámica en el campo. Olvídese de la nomenclatura de “bodeguero”, piense más bien en términos de “viticultor”.
Mientras que algunos se encuentran en los inicios de sus proyectos, otros están más consolidados, aunque quizás todavía no hayan atraído la atención que merecen. La mayoría comparte la tendencia a elaborar vinos con estilos más frescos, trabajar con viñas viejas a mayor altitud, trabajar de forma menos extractiva en la bodega y mantener las intervenciones y los aditivos al mínimo. En todos los casos, parece que se trata de la elaboración de vinos tal y como debería ser: dejar que las uvas de máxima calidad cuenten la historia de su terruño, sin trabas ni complicaciones.
Desde 2019, he pasado varios meses en España, elaborando vino en la bodega de Victoria Torres en La Palma, Islas Canarias (uno de los talentos vinícolas españoles emergentes de Decanter del año pasado). Durante ese tiempo, además de ser testigo de la revolución del vino de terroir que está ocurriendo en este archipiélago volcánico, llegué a apreciar el duro trabajo y la dedicación que denota la vida de estos talentos emergentes.
No es romántico, es una lucha: contra los elementos caprichosos; para asegurar la tierra y las uvas en comunidades donde los cultivadores no valoran el importante trabajo que hacen estos productores; para recuperar los viñedos cuando hay poco apoyo o impulso para el cambio. Pero es gracias a la laboriosidad de los viticultores que destacamos a continuación, y de los muchos otros que no tenemos espacio para incluir aquí, que podemos beber del próspero y diverso manantial de vinos de terruño que es hoy España y por supuesto, saborear los propios vinos.
Orly Lumbreras – Sierra de Gredos, Castilla y León
A sus 52 años, Orly Lumbreras es la prueba de que nunca es demasiado tarde para perseguir el sueño de la viticultura. Todavía trabaja como técnico de sonido en la radio, pero este viticultor natural y tardío ha seguido la senda de Alfredo Maestro y Comando G en la región de Gredos, en el valle del Alto Alberche, para elaborar garnachas de granito.
Gracias a su amistad con Maestro, Lumbreras adquirió un viñedo de 70 años, situado a 1.100 metros de altitud en la localidad abulense de Navarredondilla. En 2012, elaboró sus primeras 600 botellas de Punto G, que es una garnacha de montaña sin concesiones y con racimos enteros. De 2013 a 2016 también se dedicó a perfeccionar sus habilidades con los blancos, embarcándose en un proyecto de vino blanco con Rubén Díaz en la cercana Cebreros.
Durante todo este tiempo, la pasión por la viticultura de baja intervención y el terruño del norte de Gredos se fue cocinando a fuego lento y en 2016 se lanzó por su cuenta. Sin dejar de elaborar blancos (y vinos de naranja) de Albillo y Chasselas Doré en Cebreros, además de colaborar en un pequeño proyecto de mencía en Adega Sernande, en la agreste zona de Vilachá de Salvadur, en la Ribeira Sacra, Lumbreras ha dedicado cuatro años a recuperar parcelas de garnacha de viñas viejas a 1.000-1.130 metros de altitud en Navalmoral de la Sierra (donde tiene su bodega) y en pueblos vecinos como Navatalgordo, Navarredondilla y San Juan de la Nava. Se trata de vinos de terruño natural de gran individualidad, que muestran la personalidad de la Garnacha y el Albillo de viñas viejas de esta región serrana, cada vez más celebrada.
Alvar de Dios – Toro/Arribes Castilla y León
Aunque Alvar de Dios, de 35 años, está ligado a la tradición de los vinos tintos de su Toro natal, confiesa que no le inspira demasiado la Tinta de Toro (nombre de la región para el Tempranillo). Desde 2015, su búsqueda de los vinos de terruño de mayor calidad le ha llevado a una hora de camino hacia el oeste, a Arribes, una región con DO solo desde 2007. Aquí, en Villadepera, está en sintonía con algo muy emocionante.
A sólo 2 km de la frontera portuguesa, Villadepera es una zona escarpada de puros esquistos volcánicos, mientras que la mayor parte de Arribes es de granito y arena. Al beneficiarse de la influencia refrescante del río Duero, es más verde, más montañosa y más fresca que más al sur. También hay una fuerte influencia gallega/berciana: los nativos de estas regiones que emigraron para trabajar en las minas de plata de Villadepera coplantaron variedades como Mencía, Merenzao y Verdejo Negro en pequeñas parcelas familiares. De Dios trabaja con 36 de estas parcelas que cubren apenas 5 hectáreas.
De Dios es amigo de Fernando García y Daniel Landi, de Comando G, y fue director de bodega en Marañones de 2010 a 2015. Su sensibilidad por los vinos blancos es evidente a través de su trabajo con la uva Albillo en Marañones, y es fascinante probar sus expresiones contrastadas de Doña Blanca una al lado de la otra: Vagüera, procedente de una parcela de arcilla rica en hierro y piedra caliza en Toro, es atrevido y opulento; Las Vidres, procedente de un suelo pobre y esquistoso en Arribes, es todo delicadeza y mineralidad petrificada. También hay que prestar atención a su tinto Yavallo, de Villadepera. Una mezcla de viejas cepas de Merenzao, es un mundo aparte de los tintos de cuello de toro, mostrando una delicadeza terrosa y oral que tiene más en común con el Jura.
Verónica Ortega – Bierzo, Castilla y León
Aunque no es nueva en la escena, la gaditana Verónica Ortega aún no ha logrado el reconocimiento que sus vinos merecen en el Reino Unido. Desde principios de la década de 2000, Ortega ha acumulado unas credenciales de enóloga envidiables. Antes de trasladarse al Bierzo en 2012, trabajó para Clos Erasmus en el Priorat, pasó dos años en Borgoña (en Comte Armand en Pommard y Domaine de la Romanée-Conti) y dos años en el norte del Ródano como enóloga en Domaine Combier, intercalando cosechas en el Duero y Nueva Zelanda.
Mientras trabajaba en Clos Erasmus, Ortega conoció a los pilares del Bierzo, Ricardo Palacios y Raúl Pérez, y comenzó a visitar la región, dándose cuenta rápidamente de que aquí tenía todo lo que necesitaba para hacer los grandes vinos que siempre había estado preparando. Con la ayuda de Palacios y Pérez, Ortega fue reuniendo poco a poco 5 hectáreas de viñas viejas, que cultiva de forma biodinámica.
También alquila parcelas a viticultores que trabajan bien el viñedo. Las Mencías de Valtuille de Abajo son la base de su trabajo, aunque también trabaja con Mencía a mayor altitud en Cobrana, y Godello plantado en una cantera de tiza en San Juan de la Mata. No es sólo por su alta calidad que estos vinos identifican a Ortega como un bodeguero especial, es que cada uno tiene una personalidad distinta. Desde su vino base Roc de Valtuille, profundo y concentrado, pero con una gran elegancia, hasta la última incorporación a su gama, Kinki, una mencía (mezclada con algunas variedades blancas) de Cobrana, de tono alto y perfumado, su excepcional talento está a la vista
César Márquez – Bierzo, Castilla y León
Reconozcámoslo, César Márquez tuvo un comienzo ventajoso en el mundo del vino: su tío es Raúl Pérez, y a través de las profundas raíces de su familia en el Bierzo (Castro Ventosa fue fundada por la familia Pérez en 1752) tiene acceso a algunas de las mejores parcelas de viñedo de esa región. Pero lo que cuenta es lo que hace con su ventaja. La introducción de Márquez en la viticultura llegó a través de su tío en 2011, el año en el que Pérez fundó La Vizcaína y comenzó a explorar los viñedos cru de Valtuille.
Tras trabajar en Argentina con los hermanos Michelini, Márquez comenzó a dar forma a su propio proyecto, justo cuando el Bierzo formalizaba su propio sistema de clasificación de viñedos al estilo de Borgoña. En 2017, con sólo 29 años, fue nombrado también enólogo jefe de Castro Ventosa, convirtiéndose en la décima generación de la saga vinícola de la familia Pérez.
Márquez elabora un fantástico blanco, La Salvación, a partir de un Godello centenario, pero el alma de su proyecto es la Mencía. Partiendo de las 80ha de viñedos de su familia en Valtuille, trabaja con 3ha de diferentes terruños, más 1,5ha fuera de Valtuille y 2ha de parcelas de viticultores: todas las viñas tienen entre 80 y 130 años.
Desde su excepcional Parajes hasta su monovarietal El Rapolao (posiblemente la parcela más preciada del Bierzo), el proyecto refleja de forma elocuente el sistema borgoñón, diferenciando entre el vino regional, el vino de pueblo (sólo con uvas de Valtuille) y tres vinos de parcela única. Son expresiones profundas y matizadas de la Mencía y señalan a Márquez como una estrella del vino de terruño del futuro.